Cuando vi el mensaje no lo podía creer. Me acusaban, de repente, de algo que jamás cruzó por mi mente. Mi reacción inicial fue el asombro. Luego me incomodé, brevemente, y al final lo olvidé. ¿Vale la pena que te sacudan falsas acusaciones? No, me dije, y zanjé el tema conmigo misma. Discutir es perder, me convencí, y lo dejé así.
Hoy decido escribir estas líneas, a pesar de que parezca una forma de responder, porque al reparar en el error de esa persona pensé en la cantidad de veces que uno supone cosas y las da por hecho sin ir más allá de lo que se ve a simple vista. Generalmente, hay que admitirlo, pecamos por no razonar sólo un poquito porque, de hacerlo, entenderíamos que nos hemos equivocado al sacar las conclusiones.
En una infinidad de ocasiones, aunque tal vez creamos que no, los demás toman decisiones que no tienen nada que ver directamente con nosotros. ¿Por qué pensar, cual si fuésemos el centro del universo, que siempre el otro nos quiere joder?
Puede que el narcisismo o el ego sean más fuertes que la razón. Sólo así se entiende que haya individuos con un delirio de persecución tan fuerte que anden pensando que la gente siempre va a por ellos. ¡Generalmente no es así, toca entenderlo!
Da risa ver que hay quienes creen que uno anda con una daga para clavársela en el momento menos esperado, cuando la verdad es que uno ni siquiera está pensando en ellos. Pobre de esos que dejan de vivir por estar pendientes de cuidar sus espaldas, ¡qué forma de desperdiciar el tiempo!
Vivir pensando en una eterna conspiración es no tener paz. ¡Qué triste ha de ser! ¡Cuántas cosas se han de perder por estar buscando despropósitos en todo lo que el otro hace! ¡Qué miserable es estar pendiente de la vida de otra persona, con la que no se tiene ninguna relación, para definir la de uno!
Ojalá no me tocaran casos así. Sin embargo, amén de que para que haya universo tiene que haber de todo, asumo que si me toca es para que aprenda qué no debo hacer. Esta ha sido una buena lección: rápida, sin dolor, me ha recordado que suponer puede ser perder. ¡No vale la pena hacerlo! Siempre es mejor hablar, preguntar y despejar todas las dudas. Es como decía abuela Celia: mientras mayor claridad, mayor amistad.
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