Aunque la había visto infinidad de veces en el pasado, la conocí el 14 de agosto del 2014. Ella llegó al periódico Hoy vestida de azul turquesa, con una sonrisa que se desdibujaba de tanto en tanto mientras su mirada se perdía, y lucía serena a pesar de que estaba viviendo un calvario desde hacía un año y cuatro meses, cuando se decidió a denunciar a su esposo por violencia de género.
Verla era extraño. Poco quedaba, acaso la elegancia, de aquella Sandy de Jorge que había visto tantas veces en los años 90's. Sin el traje de la esposa del empresario Frank Jorge Elías cubriéndole la espalda, era una mujer distinta. Enfrentada a quien la había protegido durante 32 años, la vida ya no era fácil ni cómoda. Luchar, eso que antes no le tocaba, era ahora una necesidad. Su alma jamás sería la misma y eso se percibía.
El camino que había recorrido antes de que la conociera fue tortuoso. Acostumbrada a lavar los trapos en casa, como hacen casi todas mujeres de alta sociedad, no fue fácil despojarse de su apellido de casada para convertirse en la Sandra Kurdas que muchos cuestionaban. Y es que, a pesar de que decía a gritos que la lastimaban, muchos decidieron ponerse en contra de ella bajo el argumento de que lo que quería era dinero (estrategia con la que buscaban descalificarla).
A pesar de ser maltratada una y otra vez, ella no se rindió. Más allá de su imagen de mujer dulce y quizás débil, Sandra demostró una fortaleza única. Reclamando justicia donde quiera que la quisieran escuchar, se quejó infinidad de veces de que en los tribunales le ponían las cosas cada vez más difíciles, cual si fuera culpable en lugar de una víctima. El proceso, que se alargaba cada vez más, duró dos años en total.
El día que la entrevisté Sandra se quejaba de que sus derechos eran violados una y otra vez en los tribunales. Y decía lo siguiente: "Vivo un abuso cada día. Yo siento que mis derechos humanos se están violando como mujer y como víctima. Yo quiero buscar justicia para poder vivir una vida tranquila, sin violaciones, porque toda mujer tiene ese derecho: vivir libre”.
Hoy, finalmente, Sandra Kurdas tiene el derecho de vivir libre. Para ello, sin embargo, llegó a un acuerdo con su (¿ex?, no sé si finalmente el proceso de divorcio ha terminado) esposo Frank Jorge Elías en el que se acordó suspender condicionalmente el proceso penal que se le seguía por violar el artículo 309, numerales 1 y 2, de la Ley 24-97 sobre Violencia de Género e Intrafamiliar.
La decisión de la suspensión del proceso está contenida en la resolución número 089-2015 del Quinto Juzgado de la Instrucción del Distrito Nacional, en la que se establece claramente que Francisco Antonio Jorge Elías "ha admitido los hechos que se le atribuyen, aun cuando ha señalado que desconocía que tal actuación violaba la ley", es decir, que él reconoció que era culpable de haber agredido a su esposa (aunque al hacerlo, vaya, no sabía que violaba la ley).
Es por su culpabilidad, incluso, que para que el proceso se suspenda él tendrá que abstenerse de molestar, intimidar o amenazar por cualquier medio a Sandra Kurdas; visitará al psicólogo para recibir terapias sobre violencia de género durante seis meses, donará RD$300 mil a la Fundación Vida sin Violencia, al Núcleo de Apoyo a la Mujer (NAM) y al Patronato de Ayuda a Casos de Mujeres Maltratadas (Pacam); y tendrá que transmitir varios programas de orientación sobre violencia de género y violencia intrafamiliar a través de su televisora, Súper Canal 33.
Después de conocer el acuerdo, mucha gente se ha dedicado a criticar a Sandra. La han puesto en el paredón, prestos a sacrificarla de nuevo, negándole el derecho a tener esa vida libre por la que ha luchado con tesón durante dos años. ¿Qué esperaban? ¿Qué siga sufriendo el acoso al que la han mantenido durante todo este tiempo? ¿Qué viva en una injusta incertidumbre para postergar un proceso judicial que le traerá más dolores de cabeza que otra cosa? Si él se reconoció culpable, y con eso ella puede sellar su tranquilidad, ¿qué importan los términos del acuerdo al que hayan podido llegar? Ella duró más de treinta años casada con él. En caso de que se haya beneficiado económicamente, tampoco estaría mal: ¿algunos de nosotros la piensa mantener?
Es mezquino acabar con Sandra Kurdas por el hecho de que haya decidido no sufrir más y llevar la paz al seno de su familia. Frank y ella tienen hijos y un nieto en común. Sus vidas estarán mezcladas para siempre. ¿Les vamos a pedir que sigan matándose? No, ninguno de nosotros querría eso si estuviera en su lugar. ¿Por qué pedírselo a ella? Con el simple hecho de lograr que él haya admitido que es culpable, en una sociedad en la que los ricos pueden hacer con su mujer lo que les dé la gana, Sandra ha ganado la batalla. Da igual que él haya pasado poco tiempo preso: el que la sociedad lo señale, con lo mucho que le importa su imagen, es bastante castigo.
También es importante que Sandra le ha dado una gran lección a muchas mujeres que ahora podrán verse en su espejo y sacar el coraje para denunciar a sus maridos. Siempre vale la pena hacerlo. Es complicado, las cosas serán difíciles, pero al final lograrán dejar de vivir bajo un yugo que las lastima.
En el caso de esos muchos otros Franks que andan por ahí abusando de sus esposas, este caso les demuestra que el dinero, aunque puede alargar los procesos y evitarles algún tiempo en prisión, no les ayudará a que los hechos queden impunes. Algún castigo tendrán. Frank Jorge Elías lo ha vivido en primera persona. Pensó que se saldría con la suya pero al final no le quedó más remedio que aceptar su culpa para poder terminar con un proceso que sólo podía incidentar.
Los aprendizajes que este caso nos ha dejado son muchos. Al margen de Sandra y de Jorge, que pasarán al olvido dentro de un tiempo, nos ha mostrado además cómo se mueven los hilos de la manipulación. Desde ayer, por ejemplo, vemos que se reproduce una versión interesada y retorcida en la que se da cuenta de que Sandra se había retractado y dijo en los tribunales que el golpe en su casa fue un accidente (versión que esgrimió al principio Frank Jorge Elías).
Ningún medio tradicional reprodujo esa información. Con el dispositivo en la mano, todos sabemos que eso no es cierto. No sucedió lo mismo con algunos portales que se limitan a copiar y pegar las informaciones sin tomarse la tarea de confirmar nada: ahí están, con la mentira colgada en sus páginas y provocando que la gente cuestione a Sandra y crea que ella ha cambiado su versión por unos tantos pesos. ¡Cuánto daño hace la falta de rigor!
Muchos hemos tenido que salir en defensa de Sandra. Ella calla. Asumo que está harta de defenderse y sólo quiere olvidar. A estas alturas no es justo que se le señale y se le golpee más. Ya es hora de que la dejemos tranquila. Ella merece ser feliz. ¿Por qué no la ayudamos? Dejémosla en paz. Es lo mínimo que merece.
Pero fue ella la que molestó al país con su denuncia y luego desistió de la acusación. Si al final iba a dejar el pleito, debió seguir lavando los trapos sucios en casa y no buscar apoyo en la opinión pública.
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