Cual diálogo de sordos, la última reunión del Comité Nacional de Salarios (CNS) terminó como si los protagonistas nunca se hubiesen sentado en la mesa: el sector oficial impuso el aumento de un 14%, a pesar de que no fue aceptado por el sector sindical, dando por zanjado este tema.
El aumento, que entrará en vigencia a partir del primero de junio según consta en una nota de prensa enviada ayer por el Ministerio de Trabajo, podría traer fatales consecuencias: ¿cómo aprobar, casi de facto, un aumento después de seis horas de inútiles (para los trabajadores) negociaciones?
Las informaciones acerca de este tema son un poco grises. Sabemos que los empleadores ofrecieron un pírrico aumento del 11% que fue rechazado de plano por los sindicalistas, quienes ya habían bajado su reclamo del 30 al 20%. Así las cosas, el responsable del CNS decidió ofrecer un 14% (aunque era más lógico que fuera un 15%) y, tras argumentar que ambas partes aceptaron ese porcentaje, dieron el aumento como válido.
Para tomar esa decisión, el Comité obvió dos puntos fundamentales: que los sindicalistas habían condicionado ese 14% (que aún es muy bajo) a que fuera retroactivo, es decir, que cubriera los seis meses que ha durado la discusión del salario -algo que como era de esperarse no fue aceptado por los patronos-; y que los empresarios pidieron que se les reclasificara para aceptar ese monto.
En una jugada que pudo haber sido un tanto desesperada, Trabajo decidió obviar las condiciones que se pretendían lograr (barajando así el consenso) e impuso el aumento. Al hacerlo, asumo, habrá pensado que todos iban a quedarse callados, como siempre, y aguantar su tablazo sin más discusión. Total, como en otros temas la gente sufre calladita y no dice nada, esta podría ser igual.
Forzar la jugada, sin embargo, pocas veces funciona con los sindicalistas y esta no ha sido la excepción. Por ello, tras sentir que les están provocando, ya han anunciado que se retirarán de las discusiones del Código Laboral, así como de cualquier otra comisión tripartita en la que participen junto a los empresarios y el Gobierno.
No sé a qué genio se le ha ocurrido jugar con la paciencia de los sindicalistas y, en consecuencia, de la población. El Gobierno y los empresarios parecen olvidar que los sindicalistas apenas son la cara visible de una extensa población que espera con ansias un aumento que le ayude a paliar la difícil situación económica que viven.
La gente, no deben olvidarlo, esperaba algo más de lo que al final les tocará. Reducir sus esperanzas puede, a largo plazo, tener consecuencias inesperadas. La paciencia, es importante que lo recuerden, no suele ser nada abundante cuando los bolsillos están vacíos. Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe, dice un refrán. Esperemos que el nuestro no se rompa. De ser así, se podría despertar un monstruo que termine con esa divina paz que tanto ama el Gobierno.
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