Confieso que me prejuicié pronto. Cuando el tiempo fue corriendo, y la espera se volvía eterna, mi humor se alteraba por segundos: había sido convocada para las 9:00 am pero la actividad no empezó hasta las 9:55 am... ¡porque la gente llegó tarde!
Ya con el mal sabor del irrespeto que significa comenzar casi una hora después (15 y hasta 20 minutos se perdonan pero 55, no), me dispuse a intentar entender de qué iba la cosa: sabía que se llamaba TEDx Santo Domingo y que el tema era Vivir Aquí. Además de ello, tenía claro que un grupo de gente hablaría de sus experiencias haciendo cosas diferentes.
La primera propuesta fue desconcertante. Paola Santana nos presentó un interesante proyecto de transportar pequeñas cargas a través de drones. Se refirió a lo que cuesta hacer carreteras (aunque olvidó que se usan mucho más que para transportar carga), mostró cómo desarrollarían el proyecto y al final, como colofón, nos dijo que aunque al principio el proyecto le parecía una locura, se atrevió a apostar por él y consiguió, junto a sus socios, hacer algo completamente distinto: usar la tecnología, de forma no convencional, y diseñando un proyecto que sabe a futuro. Su apuesta, resumida en dos frases, fue superar el miedo y vencer el imposible. La invitación estaba hecha.
El segundo disertador (lo siento, aunque la presentadora y los organizadores todo el tiempo anunciaban a los speakers me resisto a usar una palabra en inglés cuando el español es tan rico), Rubén Torres, nos mostró diversos corales y nos recordó lo importantes que son para preservar las playas. También habló de turismo, mostró fotos hermosas de la vida submarina y nos llevó a recorrer las profundidades del mar. En contraste con la primera charla, seguía sin entender cuál era el hilo conductor. ¿Lo bueno? Este panelista sí habló de aquí (RD) y no de él.
Luego vino el artista Marcelo Ferder, quien a pesar de ser argentino fue el más humilde de todos los expositores: habló poco de él y mucho de Santo Domingo, de cómo la ciudad ha quedado plasmada en su arte y cómo la basura le ha servido como un instrumento de crecimiento. Verlo crear murales en las escuelas, transmitiéndole tanto de sí a niños de escasos recursos, bien valió la pena. Fue el único que realmente nos enseñó qué significa Vivir Aquí y cómo podemos transformar nuestra visión y lo que hacemos. Casi que con él hubiese bastado para llevarnos el mejor de los mensajes. El nos obligó a mirarnos de nuevo y enfrentaros a eso que somos y que con tanta frecuencia olvidamos.
La cuarta intervención rompió todos los esquemas. Yan Piero Núñez, "aunque domina el español", hablaría en inglés porque su mensaje se entiende mejor en ese idioma", tal como explicó Miralba Ruiz. Completamente en shock, porque nada como el español para transmitir un mensaje cualquiera, me pregunté cómo es posible que el inglés le parezca mejor cuando no tiene las inflexiones y los matices que nos da el español.
Luego lo entendí. El punto no es el idioma, sino el norte de Yan Piero: trascender. Así lo dice en la biografía de él que aparecía en el volante que entregaban en la entrada. Textualmente decía lo siguiente: "Lo más importante es entender que la trascendencia no solo es algo que él busca, sino algo que toda su generación debe buscar casi de manera urgente". Nada para trascender más allá de Santo Domingo que hablar en inglés, asumo, a pesar de que tal vez los criollos no te entiendan.
Su decisión de hablar en inglés me pareció fuera de lugar. Nunca se dijo que se debía ser bilingüe para ir al TEDx y no había traducción simultánea. Además, si de Vivir Aquí se trataba, ¿por qué hablar en otro idioma? ¿Su charla? Un egocéntrico ejercicio para servir de inspiración a otros niños bien como él.
Tras él vino Patrick Attie, presidente de la "Association Haïtienne pour le développement des Technologies de l'Information et de la Communication", quien también habló en inglés pero porque no sabe español (algo totalmente entendible). Su exposición sobre la educación no encajaba demasiado, sobre todo porque rezaba más de Haití que de República Dominicana.
Hasta ese punto entendía menos de qué iba el TEDx. Pero nada, había que seguir. Media hora de receso, para conversar con los expositores o relajarse un poco, y volvimos a la carga. Era el turno de Eladio Fernández, un administrador de empresas que decidió dejar su trabajo en una empresa familiar para dedicarse a su pasión: la fotografía. Gracias a ello, tiene una colección impresionante de metamorfosis de mariposas. Tras contarnos bastante sobre mariposas y cómo las fotografía, nos dejó con esta exhortación: si están cansados de su vida, de lo que hacen, les invito a hacer una metamorfosis. El mensaje, muy bonito, sería perfecto si no hubiese facturas que pagar.
Posteriormente vino otro de los momentos cumbres de la mañana (bueno, ya eran horas de la tarde). Tocaba el turno de Tabaré Blanchard (Taba), un publicista que supo conectar con el público haciendo lo que mejor sabe: contar historias. Con el privilegio de haber conquistado parte del camino que lleva hacia la cima del Everest, emocionó con el relato acerca del viaje que no pudo completar porque el cuerpo no le dio pero le permitió hacer fotos impresionantes y recoger ese ascenso en una película que tiene toda la pinta de ser espectacular. ¿Lo mejor? Que, a la par de la historia de los tres dominicanos que sí conquistaron la cima, presentará a tres niños que escalan el pico Duarte. Todos, dijo, tienen algo en común: una montaña que conquistar. Nosotros, recordó, también: la de la vida misma.
Momentos después el doctor José Rafael Yunén contó cómo, preocupado por los pocos intensivistas que hay en el país, creó la primera residencia de esa especialidad. Habló de su experiencia en Estados Unidos y, gracias a un caso en particular, nos hizo recordar algo que muchas veces olvidamos: siempre hay que tener presente, sobre todo si se es médico, que lidiamos con seres humanos y... ¡hay que escucharlos, observarlos, para poder resolver las cosas!
La historia que contó para enseñarnos eso fue la de un paciente que tenía delirios y llevaba ya tres meses en cuidados intensivos. Incapaz de curarlo, decidió buscar ayuda y llamó a Psiquiatría. El psiquiatra, al llegar, tomó su estetoscopio, puso los auriculares en los oídos del paciente y le habló por el extremo. Entonces el doctor Yunén comprendió que el paciente tenía problemas de audición. ¿Por qué él no se dio cuenta? Porque, confiando en sus conocimientos, no había observado a su paciente. Fue una lección, en resumen, de humildad.
Hasta ese momento, aún sin un hilo conductor que nos dijera qué tenían que ver la mayoría de los expositores con Vivir Aquí, conocimos a Cheyann Reagan, una nortamericana de origen mexicano que soñaba con entrar al mundo del cine y, frustrada porque le dijeron que por ser latina no podía aspirar a papeles de princesa por su apariencia, decidió escribir, producir y dirigir. Producto de ello y, sin un centavo, hizo su primer corto. Luego hizo dos más y posteriormente creó una serie web cómica, "Off & Running", para Paramount Studios.
Su vida, dijo, es como la de una matita de tomate que creció un día entre dos muros de su jardín: aunque todos apostaban a que era imposible que se diera allí, ella lo hizo. Y es que, asegura Cheyann, la planta era completamente ajena a todo lo que la gente pensara, creía... simplemente existía. Así, ajenos a todo lo tóxico, debemos vivir nosotros: haciendo lo que queremos, insistiendo hasta alcanzar nuestros sueños.
Tras ella, vino Marcos Rodríguez, un experto en reptiles que apenas tiene 21 años. Habló de cómo inició su afición por las lagartijas (por una cámara) y de especies en vía de extinción. Fue, retrocediendo desde la era de la colonización, un llamado a la conservación. Aunque le faltó conectar, acaso por la edad, fue tal vez el mensaje más claro: o cuidamos lo que tenemos o dejaremos de Vivir Aquí porque aquí, simplemente, no existirá.
Cuando Marcos terminó su disertación eran ya las 2:30 de la tarde. Faltaba el cierre. Honestamente, no lo esperé. Estando en el lugar desde las 9:00 am, y desconcertada a más no poder, no estaba en ánimos de conclusiones que no sabía si me dejarían algo. Tal vez, sí. Pero el prejuicio, vuelvo a reconocerlo, me pudo. La jornada, demasiado larga, había sido un tanto extraña. No terminé de entender, porque hasta el final no hubo nada que enlazara las historias, cuál era la intención. ¿Coaching existencial a través de nuevas historias de gente que ha triunfado? La respuesta pudo haber estado en la última parte. Pero el cansancio era mayor. La duda era preferible antes que una decepción final. Aposté, evidentemente, por no saber.
Ahora bien, ¿por qué contar todo esto a casi una semana y media de la actividad (fue el 28 de septiembre, hace diez días)? Tras recibir un email pidiéndome que evaluara el TEDx, pensé que tal vez sería buena idea ponerlo por escrito. Obviamente, me costó bastante hacerlo: con diez expositores, hay que acomodar los recuerdos y vencer la pereza de escribir tan largo y tendido (tal vez para nada pero me desahogo).
¿Un resumen? Inventemos una historia cada día, haciendo las metamorfosis necesarias, creando cosas nuevas y contando esas historias maravillosas que nos permitirán subir a la cima de la montaña del éxito. Tal vez eso nos quisieron decir y transmitir. Pena que no supieron hacerlo. Yo, lo confieso, sigo desubicada... ¿alguien me explica?
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