Cuando ves el título de la obra, Toc Toc, piensas en puertas que se abren, gente que entra y sale, recibimientos, despedidas y... bueno, sí pero no. Aunque hay gente que va entrando, desde el principio, este "toc toc" no versa de onomatopeyas sino de una pieza teatral. Aquella que, centrada en seis tipos de trastornos obsesivo-compulsivos (toc's), nos lleva a descubrir que en realidad no estamos tan locos como se nos acusa, jajajajajaja y, sobre todo, nos obliga a reírnos de lo lindo.
Todo comienza, eso sí, de forma confusa. Lo primero que vemos es a un señor (Exmin Carvajal) con una peluca que rechina a lo lejos y da una muy mala primera impresión (debería quitársela, por Dios). La imagen da qué pensar. ¿Es en serio?, te preguntas mientras observas que en el escenario hay otras cinco sillas y que, por tanto, vendrán más actores. Esperas a ver qué pasa.
No transcurre mucho tiempo antes de que entre a escena el segundo actor (Orestes Amador). Con una personalidad avasallante, empieza a hablar con el primero que, acto seguido, comienza a soltar palabras obscenas al tiempo que muestra un tic medio necio. En ese instante dices, ¡carajo, pero qué es esto!
Momentos después entiendes qué es. Te das cuenta de que, a pesar de que los primeros chistes no sean muy allá (para mí, al menos, que soy bastante sangrona), la obra y los personajes te van a llevar de una obsesión a otra hasta que te preguntes si realmente no tienes ninguna y, mientras lo haces, te rías con todas las cosas que van haciendo/diciendo/pasando.
La trama tiene lugar en la sala de espera del consultorio de un psiquiatra al que han ido seis "locos" que, sin reconocer que tienen un problema, han llegado hasta allí porque alguien les pidió que fueran a ver a ese famoso doctor Cooper que, procedente desde Miami, es experto en tratar los toc's. ¿El problema? El doctor nunca llega porque su vuelo está atrasado y, de tanto esperar, los pacientes al final se van. La espera, sin embargo, es más que provechosa para ellos y para el público (inserte signo de interrogación hasta que vea la obra y entonces sabrá por qué le extrañaba que el primer paciente tenga un listado impreso con todos los toc's).
No diré lo que sucede. No. Sólo les contaré que el primer actor encarna a Fred, que es el paciente 178 según la ficha técnica (el programa, jajajajaja) y padece del Síndrome de Tourette, es decir, que hace movimientos involuntarios y dice palabras groseras; y el segundo a Camilo, el paciente 345, quien tiene Aritmomanía, lo que le lleva a contarlo todo, todo, todo y está al borde del divorcio porque su mujer no soporta su obsesión por los cálculos (impresionantes, por cierto, ya que calcula cosas que a nadie se le ocurren).
La tercera que conocemos es a Bianca que, encarnada por una Gianni Paulino que debe soltarse un poco más y no empeñarse tanto en su papel (para verse más natural), padece Nosofia: repulsión a los gérmenes y temor excesivo de contraer enfermedades. Es la paciente número 237 y, vestida de un blanco impoluto -un traje muy bonito, por cierto-, pone a todo el mundo histérico con su afán de lavarse las manos. Es la protagonista de uno de los mejores chistes de la obra: cuando dice que tiene 26 años.
Superado el trauma de ¿me lavo tanto las manos? (hablo de mí misma), llega María (Patricia Muñoz): la paciente 456 que sufre de Verificación, por lo que debe comprobar continua y repetidamente las cosas (si anda con las llaves, cerró el gas, apagó la luz, quitó el agua) para evitar que suceda una tragedia. Beata a más no poder, sufrirá bastante con el síndrome de Fred, ya que sus insultos le remueven la fe. Por momentos uno no sabrá si compadecerla o decirle tres cosas. Provoca algunos de los mejores momentos de la obra.
Tras María llega Lily (Lorena Oliva), paciente 834, medio infantil e intensa con un toc que la hace única: tiene Ecolalia, lo que la lleva a repetir las frases que ella dice (casi siempre cortas, claro) y en ocasiones las últimas sílabas de la última palabra de lo que dicen los demás. Sus gestos dicen, en ocasiones, más que ella misma.
El último paciente, el 839, es Pep (sí, sin e). El sufre de Simetría, por lo que es incapaz de caminar por encima de las líneas del suelo y tiene real obsesión por la simetría y el orden. Interpretado por Francis Cruz, se pasa la mayor parte del tiempo sentado sobre la silla y así, desde su posición, se convierte en el centro de la atención.
Cada uno de los personajes está muy bien definido. Sus toc's los hacen espectaculares y, sobre todo, te llevan a preguntarte muchísimas cosas (que no he de confesar, por supuesto). Verlos es ir de la risa a la introspección y de la cuerda a la ternura y la sensibilidad: no hay manera no ser tocado.
Dirigida por Germana Quintana, lo que es garantía de calidad, esta obra tiene todo lo que uno busca cuando va al teatro. Por ello, si el próximo fin de semana tienen tiempo, vayan a la Sala Ravelo del Teatro Nacional. Hay funciones viernes y sábado a las 8:30 pm.
Me encantaría verla. Ojalá alguien se digne a traerla a San Pedro, alguna vez.
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