viernes, 7 de noviembre de 2014

A partir de ahora, ¿nos limitaremos a observar?

Ella va caminando con su cartel. Se puede llamar provocación, se puede llamar libertad de expresión y tránsito o como usted quiera, depende de su espejo, su conciencia y aquello que desee defender. Lo que pasó está ahí, plasmado, y lo que más me llamó la atención fue que mientras la señora era agredida por quienes estaban a su alrededor, nadie se acercó a ayudarla. La grabaron, la fotografiaron pero ningún espectador, de los "buenos" o los "malos" según su color, se dignó a socorrerla.

Su foto ha circulado por donde jamás imaginaríamos. La hemos visto por todos los rincones aferrándose a un cartel mientras tres hombres intentan arrebatarle el arma que hería a la pléyade leonelista que se había apostado frente a la plaza Silver Sun, en la Tiradentes, para aupar a su líder y evitar que sus ojos sacros fueran lastimados con expresiones de desdén.

También hemos visto el video. En él se aprecia cómo alguien se acerca corriendo para intentar quitarle el letrero. Ella, rauda, lo estrecha contra su cuerpo y no permite que se lo quite. Entonces se acercan tres hombres y forcejean con ella; ella se les zafa y vienen cuatro más que lograron quitarle algunos trozos de papel.

En ese momento ella se desorienta. Le tiran dos vasos de jugo de naranja desde lo lejos mientras se ve rodeada y la empujan. Desiste y suelta los restos de su cartulina. Toma la decisión de irse. Mientras camina le tiran cáscaras de huevos y de guineos y le gritan improperios. Rodeada todo el tiempo, como para que ni siquiera piense, la presionan para que se acabe de ir. Entonces vemos a dos hombres que la están grabando de frente, amén de quien le graba de lado y de espaldas. Al ver esto uno se pregunta: ¿cómo es posible que tres individuos la estén grabando y a ninguno se le ocurra mover un dedo para defederla o ayudarla?

Tampoco se inmutaron los ametos ni los policías que estaban en el lugar como testigos mudos de lo que pasaba. Al final, cuando todo estuvo consumado y hasta le habían tirado un peñón, un ameto la acompañó hasta un poco más allá, como si con ello la dejara a salvo. ¿Lo que pasó? A quién le importaba ya.

Al día siguiente supimos que se trataba de Jeanne Marie Delgado y que su letrero que decía lo siguiente: “A la cárcel Leonel, Díaz Rúa y Félix El Gato…”. El contenido del cartel, evidentemente, lo conocimos posteriormente. También supimos que iría a encontrarse con un grupo que se había ido después que los simpatizantes -nada simpáticos- de Leonel agredieran a los miembros de la prensa sin que tampoco en esa ocasión las autoridades hicieran nada.

Muchos han dicho que ella lo provocó todo al ir con un cartel. Pero, oh, caramba: ¿es racional que una sola mujer con un papel sea enfrentada por un grupo de hombres de esa manera? ¿Cómo se entiende que nadie la haya ayudado?

La insensibilidad a la que hemos llegado asusta y duele. Es terrible ver cómo una señora, a todas luces indefensa, es agredida y lo único que provoca es que la gente encienda sus celulares y cámaras para comenzar a grabar. ¿Hasta dónde llegará nuestra apatía? ¿Qué pasará cuando sea un niño? ¿Haremos lo mismo? La verdad es que no me atrevo a pensarlo.

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