martes, 16 de abril de 2013

Tanto dolor, ¿para qué?


Las imágenes eran desgarradoras. Cual oda a Dante, se sucedían en una danza de horror y crueldad. Atónitos, los espectadores no podían entender qué sucedía. El estruendo, el fuego, el humo, los restos, la sangre, el dolor... Boston era herida y, con ella, todos perdíamos un ápice de nuestra alma.

Muchos vivieron verdaderos momentos de angustia. Saber seres queridos en un lugar que ha sido presa de alguna tragedia es verdaderamente desesperante. Ese estar sin estar. Ese sufrir hasta que sabes; nada se compara con la incertidumbre, la duda.

Un día después, viendo historias como las de Jeff Bauman, un joven de 27 años que fue a ver a su novia correr y perdió ambas piernas (ese cuya fotografía dio la vuelta al mundo mostrando sus piernas totalmente destrozasdas), la historia seguía siendo dura.

Es tremendo ver, por ejemplo, que Martin Richard,de tan sólo 8 años, murió allí mientras esperaba que su papá terminara la carrera. Su madre está gravemente herida y su hermana perdió una pierna.

Pero lo más cruel es que la última milla del maratón de Boston estaba dedicada a la memoria de las víctimas de la masacre de la escuela de primaria Sandy Hook, en Newtown. Incluso varios de los familiares se encontraban situados en una tribuna VIP cerca de la línea de meta, según informó la revista 'The Atlantic Wire'.

Es inaudito que una actividad así haya sido manchada de esa manera. Los testimonios han desgarradores. Uno de ellos es el del ex marine Roupen Bastajian, de 35 años, quien salió ileso porque mejoró su marca. El mismo explicó a los medios que si hubiese corrido a la misma velocidad que en el 2011 habría estado entre las víctimas de la doble explosión. Esta vez, afortunadamente, llegó a la meta antes de que se produjera la primera explosión. "Vi corredores que acababan de terminar y ya no tenían piernas.Había tanta gente sin piernas y tanta sangre. Había huesos y fragmentos por todas partes. Era repugnante", dijo al "New York Times" al tiempo de contar había puesto siete torniquetes en las piernas de otros corredores que estaban heridos a su alrededor.

Palabras más, palabras menos, todos los testimonios son tremendos. Al leerlos o escucharlos, uno se pregunta, ¿qué puede pasar por la cabeza de alguien que idea algo así? ¿Cómo puede haber gente a la que los demás le importen tan poco que no se inmuten al ocasionarles tanto dolor?

Ser responsable, a sabiendas, de la mutilación de niños, jóvenes y adultos... limitar su futuro, destruir sueños; matar personas que no le han causado daño a nadie; hacer que toda una ciudad, una nación, sufra tanta desesperación. Por más que se apele a la religión, al fanatismo, al odio... a esas cosas a las que apelan normalmente en estos casos, no hay forma de entenderlo.

El maratón de Boston nos dejará muchas secuelas. Miedo de que nos alcance el horror en cualquier lugar. Terror de saber que hay gente más despiadada de lo que suponíamos. Incertidumbre al no tener claro qué es lo que ha sucedido y por qué pasó todo esto. Y dolor, mucho dolor, al ver cuántas vidas han quedado deshechas sin ninguna necesidad.


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