Quizás exorcismo, quizás ejercicio de reflexión. De cualquier manera, no son más que palabras que se unen en un lúdico baile (sin pretensiones ni egolatrías).
viernes, 12 de agosto de 2011
Viviendo en la “macondonidad” de la gran ciudad
Respirar su aire es sinónimo de alegría. Saber que está, que soy parte de sí, significa tanto que es difícil de definir. Pese a ello, en cada paso y cada instante, mi alma se entrega sin remedio.
Así, como ese amor inexplicable, es lo que siento por Santo Domingo, una ciudad inmensa, llena de luz, que ahora ve cómo su brillo se apaga de forma inexorable. Sucia, cubierta de basura por doquier, la gran capital dominicana dejó de ser el espacio en el que siempre queremos perdernos.
Y todo sucede por la irracionalidad de unos ayuntamientos que hacen todo menos lo que les corresponde. Porque, ¿cómo se entiende que haya un Zooberto pero no construyan la vía que va a Duquesa? ¿Por qué no tapan los filtrantes de Alma Rosa, razón por la que la semana pasada murió Edward Díaz Urbáez? A la par que pasa esto, en Santo Domingo Norte, como tienen el Metro, la gloria está asegurada; mientras que Santo Domingo Oeste se entretiene con sus conciertos verdes.
Son muchas las cosas que podrían dejar de hacer los cabildos para conseguir el dinero que requiere esa obra. Es imperioso que se pongan de acuerdo con la administración del vertedero para buscarle una salida a este problema.
No puede ser que la Mancomunidad de Santo Domingo se convierta cada vez más en esa Macondonidad absurda que, por demás, cuenta con un gobierno que pasa olímpicamente de ella. Porque, ¿cómo puede decir Víctor Díaz Rúa que el vertedero no es una prioridad (ya que no le corresponde hacerla) pero invertirá en el Estadio Quisqueya? El play, ¿no es privado? Que venga Márquez y lo vea.
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