domingo, 14 de agosto de 2011

Y mueren las golondrinas... a manos de ellos


A pesar del sol radiante, el día se viste de un halo extraño. Inexplicable, los versos comienzan a aflorar y la vida se convierte en sueño. Quizás, cual si fuéramos una mentira en medio de una realidad impuesta, tan sólo se trata de que queremos volar hacia ese infinito que se llama libertad.

Entonces, mientras Gustavo Adolfo Bécquer parece ser el mejor traje para este domingo, llega el eco de la historia de Jazmín Mercedes Reyes, una joven de 21 años que fue herida el viernes pasado por su ex concubino Isidro Rolando Pimentel.

Nueva vez, los celos. Ella le había dejado precisamente por eso. Pero él fue más allá. Y quiso matarla. No pudo hacerlo. Jazmín vive y vivirá. Aún no se sabe cuántas operaciones tendrá que enfrentar (tiene una pendiente en el rostro porque una bala le fracturó la mandíbula y otra en el estómago) pero no engrosará la tenebrosa lista a la que fueron agregadas esta semana Nancy del Carmen Arias Díaz, de 26 años; y Sileidi Hurtado Adames, de 22: la de los feminicidios.

Ver tantas mujeres morir a manos de sus maridos o ex maridos llama a preocupación. En algunos casos pesaba una orden de alejamiento. En otros, no. En todos, sin embargo, estaba latente el peso de los celos, el control, la violencia... ese conjunto de condiciones que, acompañadas por un arma, sólo se traduce en muerte.

No sé a cuántas mujeres habrá que asesinar para que las autoridades se den cuenta de que realmente existe un problema grave. Hay que educar a los hombres pero también a las mujeres. Así como ellos deben entender que al hablar de las personas no existe propiedad, ellas tienen que tener muy claro que por ningún motivo pueden descuidarse. Con un hombre así es fácil perder.

Sería importante que a las mujeres se nos enseñe la diferencia entre el amor y la obsesión. Que entendamos que el amor, si es veraz, tiene que tener alas. Quien intenta cortar tu vuelo, encerrándote en una jaula, es un potencial verdugo que puede querer acabar contigo.

Olvidemos aquello de que quien me cela me ama. ¿Cómo es posible que a estas alturas haya mujeres que, tontamente enamoradas, no vean que detrás del control desmedido hay patologías que pueden ser letales? Es hora de que despertemos y no permitamos que mueran más mujeres de esta manera.

Si Sileidi hubiera entendido esto hoy no estaría muerta. Ella se había separado de esposo por sus celos. Pero se veía con él a escondidas. Hasta un día. Ese en el que él decidió que no podía permitir que ella fuera de otro. El otro no existía. Pero, como ella no regresaba oficialmente con él, terminó matándola. Luego él se suicidó. Y ahí quedan, huérfanas, dos niñas: una de 4 años y otra de un año y 8 meses.

Cada caso es distinto, sí. Pero todos tienen un ingrediente en común: se trata de amores tóxicos, contaminados. Aquellos que tenemos que aprender a identificar para no ser nuevas víctimas. ¿Alguien está dispuesto a enseñarle esto a las mujeres?

Urge que creemos conciencia. Es la única manera de lograr que las golondrinas no se vuelvan oscuras. Que no perezcan bajo el yugo de un opresor que no les merece. Aprendamos y enseñemos a volar con alguien que esté dispuesto a compartir nuestro vuelo. No renunciemos a vivir.

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