lunes, 27 de diciembre de 2010

Porque todos somos Hamlet


Muchos nunca antes habían escuchado hablar de él. Por ello, como suele suceder cuando hay una gran dosis de desconocimiento, vienen a acusarle de ser un traje de moda. Al hacerlo, buscan banalizarle para poder echarle al ostracismo.

Esas voces que se levantan contra él tienen diversos tonos. Todos, sin embargo, parecen cobijarse tras la seguridad y el sosiego de un cheque oficial. Pocos, muy pocos, están en su contra de manera independiente.

A estas alturas hablar del reclamo del gasto en Educación parecería una necedad. Hay quienes entienden que, con el presupuesto aprobado, hay que cerrar el tema y continuar la vida. Ya quisieran, desde el gobierno, que fuera así.

La mejor muestra del "odio" que sienten los funcionarios por quienes enarbolan la bandera de que se disponga el 4% del Producto Interno Bruto (PIB) a Educación, tal como establece La Ley 66'97 que regige el sistema educativo preuniversitario, se ha visto en casa de Hamlet Hermann, quien decidió pintar la verja de su casa de amarillo y con un 4% en negro: desde Palacio le presionan para que borre la pintura.

Quien conoce a Hamlet sabe que no lo hará. Por eso, amén de que se trata de un guerrillero que no le teme a nadie, sorprende que haya quienes estén intentado ejercer su poder sobre él. Con esto lo único que logran es desacreditar a un gobierno que cada vez más se gana la fama de intolerante.

Pero esa intolerancia, que se cobija bajo el absurdo, está llena de mentiras. La primera de ellas es pretender decir que la sociedad no había reclamado antes por la inversión en Educación.

Si bien es cierto que el reclamo se ha masificado más, todos los que inciden en el sector saben que desde 1999 se han elevado las voces por la Ley de Educación, un instrumento que surgió precisamente por la lucha se libró porque se invirtiera más en esa área.

Posteriormente, empresarios, maestros, organizaciones de la sociedad civil y hasta políticos han reclamado constantemente que se cumpla la Ley. Producto de ello se hicieron tres planes decenales, un Foro Presidencial por la Excelencia Educativa y dos cumbres empresariales por la calidad de la educación, entre otros esfuerzos que reunieron a representantes de toda la sociedad. ¿Qué salió de ahí? Programas que no se cumplen por falta de dinero.

Pero el gobierno, ese que odia que le recuerden, no cumple ni soporta que se hable del tema. Por eso va contra Hamlet. Lo que olvida es que todos somos Hamlet. Por tanto, todos podemos cobrarle.

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