La brisa parece llegar como una reminiscencia de lo que habría de marcharse irremediablemente. Como ella, presente pero extraña, había cosas que sabía muy bien que no durarían mucho tiempo más. Y se fueron.
Este año, que ya languidece por segundos, ha sido un año de decir adiós. Son muchas las pèrdidas. Todas, sin embargo, han tenido un porqué. Por ellas quiero brindar para despedirme del 2010.
Aunque podría haber dejor de tristeza en mis palabras, porque en mi corazón ella está presente hoy, quiero encarar la llegada del 2011 con alegría: la despedida será optimista porque así quiero que sean los próximos 365 días.
Hoy no voy a pensar en lo que quedó en el tintero. Todos tenemos mil sueños que se desvanecieron y cientos de promesas que no cumplimos o no se cumplieron. Pero todo, realizado o no, trajo consigo un aprendizaje. Con eso me quedo este 31 de diciembre: con las importantes lecciones que he guardado en mi baúl con la idea de poder volver a ellas cuando sea necesario.
Pese al adiós, hoy estaré con una sonrisa. Aunque te quise, y lo quise, les dejo atrás con la certeza de que he hecho lo que tenía que hacer. Gracias por el tiempo juntos, gracias por todo lo que me diste y me quitaste. Gracias por darme la oportunidad de ser mejor. Hasta pronto. Cuando el tiempo pase, y vuelva a ti, sabré que fuiste grandioso. ¡Gracias por todo, 2010!
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