lunes, 12 de julio de 2010

Tras el mundial, necesitamos una razón


La fiesta comenzó antes de empezar. Para nosotros el mundo se rendía frente a España en el momento mismo en que supimos que iríamos a la final del Mundial de Fútbol. Para nosotros todo era alegría. Todo confianza y todo fiesta, morimos y volvimos a nacer gracias a Andrés Iniesta.

El ansiado gol llegó en el minuto 116. Antes de ello, fuimos nervios, esperanza y, sobre todo, espera. Nadie cabía en su cuerpo pero, a la sazón de un pulpo llamado Paul, esperábamos la victoria sí o sí.

Ella llegó. Y también las celebraciones. Hoy, con el sueño cumplido, volvemos a una realidad que nos grita que hay que regresar a todo aquello que teníamos antes del Mudial. De repente, sin embargo, ya no sabemos qué era eso. ¿Qué hacía, cómo respiraba sin fútbol? Como cada cuatro años, la depresión post partidos llega sin sutilezas, golpeando fuerte, y nos obliga a preguntarno si es que amamos demasiado el fútbol o es que nos falta algo con qué llenar las horas, la vida. Quizás algún día me lo responda.

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