Muchas mujeres (y sé que hombres) están amargadas hoy. Piensan que son una especie de fracasadas (en el caso de los hombres no creo que lleguen a tanto) porque mañana no tendrán un hombre al lado o, en el peor de los casos, están llorando (los chicos, lo dudo) por aquel que se marchó dejándolas desconsoladas. Sí, son momentos difíciles, duros pero, ¿sabes qué? Sólo dolerá si tú quieres que duela.
Las opciones para mañana son variadas. Para comenzar, toca darse un baño de dignidad y entender que, sin importar lo que haya pasado, si hoy estás sola (o solo) es por algo: la providencia, el destino, la vida, tú misma o el pendejo que se fue quisieron evitarte la molestia de aguantar a alguien que, definitivamente, no era para ti. ¡Si no se ha quedado es por algo, entiéndelo (y la experiencia me ha demostrado que, en la mayoría de los casos, detrás de cada despedida hay una vida mejor)!
Si la teoría de que todo tiene un porqué y pasa por algo no te convence, ocúpate. Busca algo qué hacer, desde primeras horas de la mañana, y aleja todo pensamiento que pueda llegar: mientras más compleja la tarea y menos salgas a los sitios públicos (para evitar la diarrea de corazones que encontrarás), mucho mejor. ¿En la noche? ¡Arma un coro -comienza a llamar desde ahora para que no te quedes sin opciones porque eso sí es patético- y olvídate del mundo! Un detalle: que la junta sea en una casa porque los sitios públicos se llenan de parejas y nada peor que ver besuqueos cuando estás en plan de amargue.
Si ninguna de las anteriores te convence ponte a leer, a ver películas y, si puedes y te atreves, emborráchate -sé que no está bien pero a veces es la solución infalible, ¿qué quieres que te diga?-.
Lo único que no puedes hacer hoy ni mañana ni pasado ni después es llamarle. No, no y no. ¡Hay que dejar ir y olvidar y la única manera de hacerlo es cortar por lo sano, desde el primer momento, y darte tu lugar! ¡Arrastrarse por el piso nunca ha hecho a nadie volver! ¡Qué nunca se te olvide!, por favor.
Otra cosa que no puedes olvidar es alejarte de todas las personas que llevan el San Valentín en los labios y el corazón y comenzarán a felicitarte y desearte que consigas pareja, por fin, y que el próximo año estés casada. Nunca, óyelo bien, alguien así puede estar entre tu círculo íntimo: el que mucho jode, mucho revienta; ¡tumba eso y estarás mejor!
A estas alturas espero, al menos, haberte hecho sonreír. Sé que toda la pluma de burro que yo hable no cambiará nada pero intento hacerte ver una sola cosa: nadie merece tus lágrimas y que sufras. Por tanto, olvida, deja ir y dedícate a lo que sabes que te hace feliz. Regodearse en el dolor nunca será saludable: enferma el alma.
Recuerda, por otro lado, que hoy es un día normal. Lo hemos vestido de rojo y hemos inventado a Cupido para rendirle pleitesía al amor. Pero, ¿a quién se puede amar más que a uno mismo? Si crees en San Valentín, en lugar de amargarte por la soledad, ámate. Hacerlo es el primer paso para entender que estar en pareja no puede determinar tu felicidad. La felicidad está en uno mismo. Cuando lo entendemos... lo demás es pura pendejada.
Muy bien. De acuerdo contigo, a querernos más.
ResponderEliminarA veces lo olvidamos... ;)
ResponderEliminar¡Me encantó!
ResponderEliminarGracias, Juan Pablo...
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