lunes, 19 de enero de 2015

¡No se estresen por mi estado civil!

Doce de la noche. Llega el 2015. El, como siempre, me dio un abrazo cálido. Su sonrisa era amplia. Sé que de verdad me quiere. Por eso, desea para mí "lo mejor" en este nuevo año que acaba de comenzar: qué encuentre un buen marido y me case. Dicho esto, me dio un sonoro beso y agregó: es en serio.

La frase de tío Saso recién estrenado el 2015 no me sorprendió. El quiere verme casada desde hace mucho tiempo. Antes deseaba que tuviera hijos pero ya, a mis casi 42 años, creo que se resignó y entendió que ya no tendré descendencia. Por ello, se conformaría con que me case y cumpla con ese gran requisito social.

Ese deseo me recordó la despedida de una chica que trabajó conmigo hasta medidados del año pasado. Al acercarse y darme un abrazo, me dio un consejo que, sin buscarlo, esperarlo o pedirlo, me dejó completamente en shock: "cásate, no pierdas la oportunidad si se presenta", me dijo con cara de preocupación, como si por el hecho de no estar casada me faltara algo o estuviera en deuda conmigo misma y/o con la sociedad.

Cuando le expliqué que no era menester que estuviera casada porque entiendo que el matrimonio no es lo que nos realiza y que no hay que casarse para ser feliz (ojalá lo hubiese sabido, entendido, a los 20 años porque me habría ahorrado bastantes disgustos) ella insistió en que no deje escapar el matrimonio. Acto seguido me entregó un folleto de los Testigos de Jehová titulado "Su familia puede ser feliz" que, cual Biblia, podría salvarme (asumo) del "infierno" de la soltería porque, al casarme, me dará las herramientas para lidiar con la vida en pareja.

Sin entrar en detalles acerca del folleto, porque la religión nada tiene que este asunto (para muchos sí porque entienden que Dios nos creó para formar familia pero esa es otra discusión), me quedé pensando en su honesta preocupación por mi estado civil. ¿Qué lleva a una mujer a sus 30 escasos, bajitos, a entender que el matrimonio podría ser la panacea de mis males (que no tengo, afortunadamente)?

Tal vez ella habla por su experiencia. Recién casada, está feliz y radiante. Puede que quiera que yo viva lo mismo que ella y que por eso insistiera tanto que, a pesar de todas mis explicaciones, casi llegara a rogarme que me case. Apelando al cariño, de veras, no lo tomé a mal. Sin embargo, me hizo detenerme a pensar en la presión social que existe alrededor del matrimonio. ¿Por qué la gente, cómo mi tío, nos fastidia tanto con eso?

Sé cualquiera podría pensar que a mis 41 años es irracional que no esté desesperada por casarme. Para muchos, incluso, soy una suerte de fracasada ambulante; una egoísta que se ha dedicado a su profesión y a vivir en lugar de formar una familia, sentar raíces, y cumplir con el divino mandato de seguir a pies juntillas todos los convencionalismos sociales: casarse, parir, engordar, gritar... en fin, una vida "normal".

Sí, puede que sea anormal. Quizás soy de las pocas (aunque creo que somos bastantes) mujeres que no necesitan unirse a un hombre para sentirse plenas y ser felices (lo digo en serio, no es una pose de mujer acomplejada y/o que no ha encontrado con quién casarse porque les confieso que no es el caso -en ninguna de las anteriores-). Y es que, se los puedo asegurar, una mujer nunca será feliz hasta que no aprende a serlo por sí misma y, cuando eso sucede, deja de necesitar a un hombre para ser feliz.

Con esto no estoy renegando de los hombres. ¡Eso jamás! Tampoco estoy hablando de que hay que estar sola ni mucho menos: el punto es que hagamos lo que nos dice el corazón, no lo que la gente quiere. Puede que mañana decida casarme y si lo hago será con gusto. Jamás, sin embargo, lo haré porque sea obligado o porque entienda que sin eso estoy incompleta.

Yo fui una de esas mujeres que entendía que había que casarse. A pesar de que decliné hacerlo (por mero terror) tres años después de estrenar los 20's, luego "comprendí" que no podía estar evadiendo ese gran paso de por vida porque al fin y al cabo es lo que uno "tiene" que hacer después de pasar X tiempo con alguien. Entonces surgieron las diatribas, los desencuentros y demás hasta que llegó un intento fallido que no viene a cuento (ni ahora ni nunca).

Tras delirios y desaciertos llegó el momento del casi me caso pero al final, por circunstancias veredes, terminó en la mismísima mierda. En ese momento pensé morir. El "sueño" se desvanecía y, tras un tiempo de ver que nada pasaba, mandé al susodicho a paseo y me enfrenté a mí misma. ¿Qué era lo peor que podía pasar?

Lo pasé muy mal. Más por amor que por matrimonio, evidentemente, porque es tremendo terminar con alguien que amas porque no quiere casarse contigo simple y llanamente porque se supone que, a cierta edad y pasado un tiempo en que estás con alguien, todo indica que es de rigor hacerlo.

Pensé que moriría. No me interesa negarlo. Pero el tiempo fue pasando. Entonces, de tanto estar conmigo misma, comencé a darme cuenta de que no necesitaba a nadie más para ser feliz: ¡la felicidad está dentro de mí y necesité 38 años para darme cuenta! A partir de ese momento, y tras un daño colateral, replanteé mi vida. Producto de ello, hoy vivo de otra manera: en función de mis propridades y no de las que la sociedad entiende que debo tener.

Casarse o no casarse es una decisión personal y, en todo caso, un asunto de dos. La gente nunca debería preocuparse por el estado civil ajeno. Detrás de cada historia hay un porqué. Algunos pueden ser tristes, en efecto, porque hay mujeres que entienden que la soledad es una forma de perder. Otros no tienen nada trágico. El mío es uno de estos últimos. Por tanto, no se estresen por él. ¡Yo no lo hago!

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