Aunque hoy estemos trabajando y pocos lo recuerden, es primero de mayo. Eso significa que es el Día del Trabajo, una jornada en la que nos toca detenernos a pensar en los innumerables retos que debemos enfrentar en una sociedad que rinde pleitesía al rico y piensa muy poco, o nada en el más pobre; que favorece al empleador y desdeña al trabajador porque, al fin y al cabo, ellos son los que tienen el dinero y crean las fuentes de empleo.
Hoy estamos frente a una modificación del Código de Trabajo que, aunque se quiera vestir de bondades para la creación de nuevos empleos, se traducirá en eliminarle todos los derechos a esos nuevos empleados que se integrarían (de ser tan cierto que se crearán) al aparato productivo nacional. Y es que, con la eliminación o modificación de la cesantía, el trabajador cobraría un seguro de desempleo (a saber de cuanto) o una cesantía máxima de tres años de trabajo y cuatro salarios cotizables (RD$8,645 a agosto de 2013). Suena lindo, ¿verdad?
Sé que es necesario crear más empleos formales y que para ello es necesario reducir la informalidad. El problema es que el Conep quiere hacerlo a golpe de reducir las prestaciones de sus empleados, limitar la asistencia económica por muerte o discapacidad, aumentar la jornada laboral y quitar conquistas tan importantes como que una embarazada no pueda ser cancelada de su puesto de trabajo.
Otra de las propuestas es aumentar las horas de trabajo, así como las cantidad de horas extras que se permiten. Tampoco podemos dejar de mencionar que nos quieren prohibir hasta el uso de los celulares para que, muy juiciocitos, no perdamos ni un segundo en abrir alguna red social o algo que se le parezca: la productividad debe primar, que si no la competencia nos liquida en un pis pas... oh, Señor.
Tras conocer sus propuestas, que se han manejado bastante desde hace unos meses, es fácil imaginar que los empresarios dominicanos nunca fueron asalariados y que jamás han temido quedarse sin trabajo y sin dinero; mucho menos han tenido que repartirse en mil para cubrir más de un empleo y que, encima de eso, le digan que tendrá que trabajar más y probablemente tenga que dejar uno de ellos.
Sé que hoy el Conep invitó a un grupo de "líderes de opinión" (entre comillas porque es una nueva "profesión" de esas que se inventan para darle rango e importancia a un grupo de gente que no se sabe cómo decirle) para explicarle las bondades de las modificaciones del código y exponerle los numeritos del empleo informal para así tocar los corazocitos de los periodistas y habladores u opininantes de la tele y radio: ¡si ellos sólo quieren lo mejor para el país, caray, y nosotros los interpretamos tan mal!
Lo irónico es que los empresarios decidieran hacer ese almuerzo (que estaba previsto para el martes pasado) justo hoy, en el Día Internacional de los Trabajadores. También hoy fue al Palacio Nacional a reunirse con la comisión que estudia la modificación de ese código. Entonces uno se pregunta: ¿es una burla o simplemente nadie tiene el suficiente tacto para reparar en un detalle así?
No sé si es que el Conep nos cree imbéciles pero es demasiado pedir que apoyemos una modificación del Código Laboral que, a todas luces, perjudicará a los trabajadores. Da igual si mis prestaciones están aseguradas. Mi mezquindad no llega a tal punto de permitir que se corte la garganta del vecino. Hoy todos somos ese dominicano cuyo trabajo o condiciones laborales está en riesgo. No podemos descuidarnos. Si lo hacemos, terminaremos con empleos de mucha menor calidad.
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