Hoy tengo deseos de hablar. Son muchas las cosas que he callado por diferencias, casi inexplicables, con gente a la que al final quiero lo suficiente como para no dañar. Ultimamente, lo confieso, me he perdido tanto que son demasiadas las cosas que no entiendo.
No sé si es que las acusaciones, las intrigas o las dudas se han cebado sobre todos nosotros y al final hemos terminado dudando todos de todos. Por momentos veo sombras, adivino incertidumbres y llego a las más absurdas conclusiones. Puede que algunas teorías sean erradas. Otras, no. Pero al final, ¿qué es lo que importa?
Tras debatirme entre el sí y el no desde hace tiempo, al final quedé en una especie de limbo que termina siendo muy cómodo: estás con todos y con nadie; la tranquilidad te invade, a resumidas cuentas, porque es tomar y no tomar posición. Nadie puede dar por sentado que estás o te has ido porque al final dices sin decir.
En esos andares medio enredados me la he pasado. He cuestionado, en un ejercicio casi de exorcismo que no me ha llevado a ningún lugar, a muchos de los que hacen y deshacen, así como también a los que no hacen nada.
La mayoría de mis elucubraciones, afortunadamente, no ha salido a la luz. De hacerlo, pensarían cosas peores de las que ya han pensado sobre mí. Dirían más, mucho más, de todo lo que han llegado a murmurar.
Aunque los ataques me dan igual, y de hecho ya los recibo casi con una sonrisa porque entendí que no vale la pena amargarse por nadie y que siempre habrá alguien que te cuestione -no importa lo que hagas-, decidí callar porque no me interesaba gastar energías en algo que no valía la pena. Tampoco quería que otros lo hicieran. Me senté. Como observadora plena, son tomar partido en un ningún sentido, esperé a ver qué traería el barco.
Es pronto para saber qué traerá a ciencia cierta. Son muchas las interrogantes que han quedado en el aire. Sin embargo, hay algo que me queda muy claro: sin importar las razones y, aunque puede haber intereses y mezquindades detrás, siempre preferiré estar del lado de los que dicen basta ya.
A pesar de que hay muchas cosas que no comparto, y que me hacen ver las cosas de forma diferente, creo en el reclamo como fórmula de mostrar nuestro descontento ante el "orden" actual de las cosas.
Ojalá que todo esto sirva para que mañana tengamos un país distinto. Que las sinrazones y diferencias nos sirvan para obligarnos a hacer las cosas mejor y a entender que la lucha debe tener menos de protagonismo y más de perdurabilidad.
Hoy es un gran día para sentarnos a pensar en todo lo hecho y por hacer. En enmendar errores y seguir de otra manera. También es el instante para convencernos de que hay que continuar. Hagamos de este país algo mucho mejor. Comencemos por hacerlo con nosotros mismos, siendo sinceros, correctos, dignos... un espejo de todo lo que exigimos. Prediquemos con el ejemplo. Seamos lo que queremos de los demás. Cambiándonos, cambiaremos la sociedad y tendremos una voz mucho más autorizada para reclamar.
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