miércoles, 19 de octubre de 2011

Del abuso a la muerte, un paso


Eran jóvenes. Tenían mil sueños por realizar. Pero pecaron. Decidieron amar. Se enamoraron de hombres que no sabían querer. Ellas nunca imaginaron que esos abrazos, en los que un día se refugiaron buscando calor, serían al final los que acabarían con sus vidas. Hoy no son más que un nombre llenando una larga lista. Pasaron de ser mujeres a convertirse en una fría estadística.

Noventa y nueve. Todas vestidas de pasado. Ya no están. Sus maridos o sus ex parejas acabaron con ellas. Los celos, el desdén, la ira, la posesión, el machismo... razones tan poco válidas como entendibles, los llevaron a convertirse en animales, asesinos, verdugos que encontraron en la muerte el pasaporte a la venganza.

Casi cien mujeres en menos de un año. Un número que da escalofríos y nos dice que la sociedad dominicana ha perdido el respeto por la vida. O que los hombres, o algunos de ellos, se han convertido en bestias que no tienen alma. Porque, ¿puede ser normal que alguien, por despecho, decida matar?

No sé en qué estamos fallando. Pero algo pasa. Cada año aumenta el número de uxoricidios. El año pasado fueron 97. Este, que aún no ha acaba, ya hemos visto 99. Además, vemos cómo cada caso es más dramático que el anterior. Ahí tenemos a Yesenia, por ejemplo, que fue quemada en su casa. ¿Se puede matar a alguien de una forma más cruel?

Como país y como sociedad debemos detenernos a pensar en qué podemos hacer para evitar que haya más muertes. Quizás la panacea esté en educar. Educar a los hombres para que sean menos violentos y a las mujeres para que aprendan a identificar a aquellos que pueden llegar a lastimarles.

Son escasos los casos de hombres normales que matan a sus parejas. La mayoría tiene tras de sí una tragedia personal, una marca indeleble que les hace ser más violentos que el resto. Sus matices, de psicópata, pueden ser reconocibles, tal como asegura el doctor José Miguel Gómez en su libro "El marido psicópata, un monstruo vestido de señor".

Su obra, publicada el sábado pasado, tiene hoy una triste vigencia. El nos habla de esos hombres que abusan emocional, física y hasta económicamente de sus esposas y sus hijos.

¿Cómo lo define? Como alguien egocéntrico y manipulador que siempre busca ventajas y hace todo para conseguir lo que desea. Pero también es un hombre que no siente compasión, admiración o respeto por su pareja… un ser con una prótesis en el espíritu.

Son esos hombres que, cuando no consiguen lo que desean, lastiman y humillan a sus parejas. Al final puede llegar a matar. Ahora, ¿cómo evitar que eso suceda? Es imperativo que aprendamos a afinar nuestros radares.

Los hombres que maltratan, aunque al principio pueden ser cariñosos y tiernos, son personas duales, con un comportamiento errático y súbitos arranques de ira. Si estás con alguien así, es mejor que comiences a pensar en partir.

Las lágrimas son el grito de advertencia más fiable. Cuando en una relación hay más tristeza que alegrías es evidencia de que algo falla. Si lo piensas bien, y revisas la conducta de él, sabrás si estás frente a alguien que te puede llegar a hacer daño. Piensa en la forma en que te trata... mientras frío y calculador, mientras más duro es, peor suerte puedes a correr porque seguramente se trata de alguien que no medirá sus acciones si está bajo la influencia de la ira.

Estar con un hombre violento es una bomba de tiempo. Y esa bomba puede estallar cualquier día en tu propio cuerpo. Nunca lo olvides. Tampoco dejes que llegue demasiado lejos. Mientras más le permitas, y más te humilles, más poder tendrá sobre ti y peor serán las consecuencias si le quieres dejar.

La única defensa posible que podemos tener las mujeres es tomar el control de nuestras vidas. Si nos pertenecemos, seremos menos vulnerables y estaremos en menos disposición de aguantar a alguien que quiera dominarnos, subyugarnos y lastimarnos. Al no hacerlo, no podremos ser esa víctima que busca el hombre abusador. Recuerda que nadie puede abusar sin que se le permita. No permitirlo es preservar nuestra vida.

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