Cada quien ve el mundo según su realidad. Donde unos ven el error, otros sentimos el terror. Hace un momento, al ver el vídeo de la chica que se volvió un mar de errores en la presentación de @RDMOPC, mi cuerpo se tensó porque pude adivinar el miedo que estaba sintiendo: ¡en el Teatro Nacional, frente a sus jefes, el presidente Luis Abinader y un montón de invitados! ¡Yo me habría muerto ahí mismo!
No todos nacimos para hablar en público. Eso está muy claro. Yo me vuelvo un desastre, he de admitirlo, y cometo errores que nunca se me irían cuando estoy escribiendo (estoy tranquila y sola, junto a mi computadora, y tengo tiempo para pensar).
Las últimas veces que hablé en público fue para leer (vea bien, leer) un discurso en un aniversario de la Esquina Joven del periódico Hoy. Eran discursos de esos bonitos, de aliento a los jóvenes y, como los había escrito con anticipación, no representaban ningún problema. A pesar de ello, yo me volvía un disparate: mi voz, que es fuerte y con personalidad, se volvía un hilo tembloroso al tiempo que sentía que mi cuerpo se volvía mantequilla.
En el escenario siempre había gente a la que le tenía mucha confianza y cariño, es decir, que representaban un soporte para mí, mientras que los espectadores eran los jóvenes premiados, sus familias y algunos funcionarios que conocía. No era demasiada gente y, de todas formas, yo me volvía un desastre: los nervios se me notaban muchísimo.
Peor aún fue mi efímero, triste y accidentado paso por la televisión, cuando Juan Bolívar Díaz me dio una oportunidad de oro para trabajar en Jornada Extra, por allá por el año 2006, pero solo duré los tres meses de prueba porque me costaba un mundo presentar los reportajes y cometí varios yerros leyendo las noticias.
Yo confieso que intenté resolver mi problema. Fui a una escuela, hice un curso de oratoria y me fue genial en clase... ¡pero frente a la audiencia me bloqueé de nuevo! Fue entonces cuando dije que no pronunciaría un discurso jamás y olvidé la televisión para siempre.
Muy de cuando en vez tengo que estar en programas de entrevistas y, aunque entrevistar sea lo mío, también me cuesta mucho porque se trata de hacerlo frente a la pantalla. Por ello, entiendo perfectamente a la chica del vídeo y, como no la conozco, espero que alguien le envíe estas líneas. Ella no está sola. Y es bueno que lo sepa: no todo el mundo tiene dominio escénico, así que toca entenderla más y criticarla menos.
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