Hoy en la mañana cuando llegué a la oficina cogí un pique descomunal. Sí, sé que no debí hacerlo porque alterarse no resuelve nada pero es que a veces, cuando uno ve que alguien abusa cada día, llega un momento en que se desespera. Eso me pasó a mí, lamentablemente, por culpa del estacionamiento mío de cada día.
Les cuento. Hoy cuando llego al estacionamiento del periódico miro hacia el espacio que tengo asignado y descubro que tengo poco espacio para estacionar: las dos jeepetas que estaban a cada lado, cual de las dos más grande, estaban estacionadas diagonalmente en lugar de hacerlo recto y, para mi infortunio, es espacio entre ambas tenía forma de cono (imagínenselo así \ /).
Lo peor es que el individuo que se estaciona a mi izquierda (tomando en cuenta que me estaciono en reversa) hace lo mismo todos los santos días: llega, tira su vehículo como sea y poco le importa que yo, la muy idiota, tenga que coger una lucha para estacionar (¡suerte que las que manejamos mal somos las mujeres!).
Ayer las cosas se extremaron porque mientras la nalga de su vehículo estaba hacia la izquierda (casi siempre lo deja así) apreció una nueva persona (no sé quién es) al otro lado que, no sé si es porque no se sabe estacionar de reversa, inclinó la parte trasera hacia la izquierda, dejando la de delante inclinada hacia mí. Aunque no sé cuál de ellos se estacionó primero, ambos son dos grandes desconsiderados: ¿por qué no piensan un poco en los demás? ¿Es que su tiempo vale más que el mío? Yo, como imaginarán, me tomé más tiempo del que debería estacionando bien despacio para no afectar ninguno de los tres vehículos y, encima, estacionarme bien.
Lo de hoy me sucede cada día también en el lugar en que vivo, donde una señora que he visto solo una vez, se estaciona a mi lado de todas las formas posibles haciendo que mi llegada a casa sea una breve dosis del infierno cada tanto: hay días, como ayer, en los que está tan mal estacionada que (incluso ocupó un poco de mi lado) que tengo que hacer malabares para estacionarme sin chocarla. Ayer fue tan crítico que estaba a punto de llamarla a pesar de que era bien tarde pero, para evitar un escándalo (si me salía con algo sé que me enojaría), decidí dejarlo así y no causar jaleos.
En caso de mi vecina es todavía peor que el del vecino del trabajo porque el guardián llegó a decirle en una ocasión que se estacionara mejor pero ella respondió, muy educadamente, que "yo parqueo como me da la gana". Sus ganas, al parecer, siempre andan alteradas porque jamás le sale de su interior (por no decir forro) hacerlo pensando en quien llegará tarde de trabajar y tiene que pasar trabajo por su culpa.
Siempre hemos sabido que la educación en la República Dominicana es un bien escaso sin importar si la gente es instruida o no, si tiene un buen nivel adquisitivo o pasa trabajo, si es feliz o anda aburrido, si tiene buen trabajo o no... la indecencia está a la orden del día entre todos y a todos los niveles. El egoísmo, esa manía de pensar solo en nosotros mismos, nos ha arropado tanto que no vemos que esas cosas tan pequeña son, simplemente, formas de violentar.
Cuando otra persona violenta nuestro espacio físico y nuestra tranquilidad nos está agrediendo. Sea adrede o por desdén, nadie tiene derecho a irrespetarnos cada día y, después, ir por la vida con una sonrisa.¡Qué duro es tener que lidiar con tanta falta de empatía!
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