miércoles, 2 de abril de 2025

Ella, en su cama, llora (ella eres tú, soy yo... nosotras)

Es temprano pero ella se ha ido a la cama. Intenta dormir. Sabe que no tiene mucho tiempo. Su paz está condenada a una muerte prematura. Pronto se romperá la tranquilidad. En cuanto él llegue, aunque no quiera porque le duelen las entrañas y el alma, él se hará con su cuerpo de forma inexorable. Antes decía que no. Ya no se atreve: es mejor que salir de eso rápido y que termine la agonía.

Ella no sabe cómo las cosas llegaron hasta ahí. El no es malo, se dice cada día, pero no entiende cuando ella no quierd acostarse con él. Es su marido, lo sabe, pero hay días en los que está demasiado cansada o no se siente bien. ¿Por qué la obliga entonces?, se pregunta pero no se atreve a contarlo porque cree que nadie la va a entender.

En otra habitación, a kilómetros de distancia, una mujer llora. Quedito, para que él no se despierte, las lágrimas la asaltan aunque no quiera. Otra vez el señor se ha servido. Imponiéndose, como lo hace con todo, se ha subido sobre ella con su aliento a alcohol y los vestigios de una noche que no le pertenecen. Ella no sabe qué hizo y no puede preguntar. Es mejor no pensar...

En un pueblo cercano ella muere de sopor. De repente su cuerpo se ha convertido en una chimenea interna que, de forma intermitente, la quema por dentro. Su piel está reseca y, a pesar de los ungüentos y cremas, siente una gran molestia. Tener relaciones duele. El no lo entiende. Cada embestida, para ella, es un suplicio. Pero., ¿cómo hacerle entender eso a tu marido?

Es muy difícil que él se ponga en su lugar. Bien lo sabe su amiga, que ha llegado muy tarde del trabajo, ha cocinado, ha hecho la tarea con los niños y se ha bañado con la esperanza de dormir unas horas antes de levantarse a hacer el desayuno, preparar a los niños y mandarlos a la escuela. ¡Cómo se resiente su cuerpo con cada minuto perdido de sueño! Su esposo, sin embargo, no la ha dejado descansar.

También está la vecina, que se despierta de madrudada mientras su marido se frota contra ella pensando que tiene el sueño pesado. Ella se agita pero calla. El no pretende despertarla ni tocarla: solo terminará y da igual si la ensucia y nada más. Ella intentará volver a dormir pero no podrá. 

La comadre vive algo distinto. Hace tiempo que él no la mira ni la toca pero tampoco le habla demasiado. Un silencio sepulcral se ha instalado entre los dos. Están bajo el mismo techo pero nada parecido a vivir juntos.

Como ellas, quizás tú también escondes una historia que contar. Todas hemos vivido alguna vez algo así. En esos momentos solo queremos volar. Pero a veces la única solución es marcharse y no volver más.