viernes, 23 de mayo de 2025

Porque "Todos tenemos cicatrices"

Al fin y al cabo, como inicia el estribillo de "Todos tenemos cicatrices", todos tenemos un pasado y, si hemos vivido, es porque mucho hemos llorado, tal como nos dice textualmente Santiago Cruz en su última canción. 

 "Todos tenemos cicatrices" es mucho más que una oda al amor: es un pacto de redención, un llamado a perdonarnos y dejar atrás ese pasado que solemos cargar como un lastre y que, en más de una ocasión, nos ha hecho fracasar.

Cuando escuché al tío Santi decir que la quiere toda, con su equipaje y su memoria muda (ufff, lo que encierra ese silencio), con sus aciertos y deslices, recordé aquellos días en los que no me atreví a defender lo que era -y había sido- con tal de no ser juzgada, algo que de cualquier manera sucedió.¡De nada sirve caminar con pies de barro (siempre se deshacen al final)!

Encontrar alguien que nos quiera con nuestros desastres, sin importar las veces que maldecimos o callamos, es posible. Por ello, no podemos conformarnos con uno de esos amores tóxicos que se niegan a aceptar que "todos tenemos cicatrices" y que nos piden que seamos lo que ellos quieren. 

"No te avergüences, todos tenemos cicatrices", nos repite Santi una y otra vez. Al hacerlo, nos da las alas para volar y reencontrarnos con esas heridas que ya hemos sanado pero también con las que aún no han cicatrizado. 

Hoy, tomando como pie de amigo esta canción, te pregunto si hay herdidas sin cerrar o cicatrices por las que aún no te has perdonado. En caso de no haberlo hecho, ya toca: la vida es muy corta para seguir sufriendo por ese equipaje que, aunque es parte de nuestra vida, no debe limitarnos. 

A todos nos han lastimado, al fin y al cabo, y hemos herido a quienes nos hacían felices. Pero eso quedó atrás y, al abrazar esa realidad, podemos seguir caminando. ¡Si ya nos hemos levantado, una vez más, no miremos atrás!

"Todos tenemos cicatrices" me ha tocado infinitamente. Como es usual en esta etapa de la carrera de Santi, trae una canción que se unirá a otras que ya se han erigido como himnos de la buena vida y la felicidad. Esta vez Santi nos invita a estar con alguien con quien vibremos más liviano, ser artesanos del kintsugi y reparar nuestras almas rotas pegando los pezados con el oro del amor.

Gracias, tío Santi, por esta canción... ¡disfrútenla!


viernes, 16 de mayo de 2025

Los chismes se cortan... enfrentándolos

Nos han enseñado a callar. Desde siempre, nos dijeron que es mejor no responder porque "cuando bates la mierda, hiede", así que es preferible hacerse el pendejo que convertirse en el centro del escarnio.

Todos lo hemos hecho una y mil veces. Confieso que me he dejado joder inmensidad de veces con tal de que no se hable de mí y, por tanto, que mis yerros no salgan a la luz pública (si no se sabe, no pasó... ¿no es así que decían antes del "y si no me acuerdo, no pasó, eso no pasó"?).

Tras años de mucha cobardía y mantenerme alejada de las habladurías ignorándolas, hace unos días recibí una lección inestimable: mientras almorzábamos en el comedor una chica joven, Olga, nos contaba cómo ha lidiado con los comentarios que le hace la gente desde que decidió cortarse el pelo y dejarlo al natural.

Ella nos decía que en muchas ocasiones se ha dado cuenta de que la gente habla sobre ella y ha decidido preguntarle a quienes comentan, con soberana calma, si hay algo que quieren saber sobre ella. ¿Por qué lo hace? Para acallar la comidilla que, sabe con certeza, ha generado su decisión: hay quienes la cuestionan bajo el pretexto de que el pelo lacio le sienta mejor (lo que no es cierto, vean la foto).

Tras explicarle su decisión a quienes hablan de ella, que conlleva una serie de porqués que no vienen a cuento, ella suele preguntar si tienen alguna pregunta al respecto, habla sobre el tema y zasss... ¡su pelo jamás vuelve a ser tema de conversación porque ella, en lugar de replegarse o quillarse ante los comentarios ajenos, les da la cara y zanja el tema!

Saber lo que ella hace me obligó a pararme en el espejo y recordar todas las veces que he callado, incluso cuando he dejado pasar cosas graves con tal de no exponer mi vida privada. ¿Cómo ser protagonista de un escándalo, me he dicho en esos momentos, cuando vienes de una familia convencional, con reglas convencionales y moral a la vieja usanza, a lo que se suma que tienes un trabajo con un perfil un tanto público?, me preguntaba justo antes de invalidarme. 

Mis silencios me han convertido en aliada de quienes quisieron hacer de mí una víctima e, incluso, lo lograron por un tiempo. A estas alturas, quizás porque tengo 52, tal vez habría actuado de otra manera. Olga me enseñó que vale la pena: los chismes y las necedades se cortan, únicamente, enfrentándolos.